Si supieras lo limitada que se encuentra tu mente a la hora de generar soluciones nuevas a los problemas, te tomarías más enserio lo de tratar de incorporar el pensamiento creativo a tu vida.
Seguramente no te lo hayas planteado nunca, pero construyes soluciones a tus problemas basándote en las soluciones que has planteado en el pasado. Por lo general no te paras a tratar de generar propuestas nuevas y diferentes, simplemente construyes las soluciones basándote en experiencias anteriores iguales o parecidas, en las que tomaste decisiones que te llevaron a una respuesta aceptable al problema. Esto quiere decir que casi la mayoría de las veces construyes las soluciones siguiendo un camino ya trazado en lugar de explorar nuevos senderos que quizás podrían llevarte a nuevas y mejores soluciones. Lamata (2013) lo explica de manera inmejorable con la siguiente metáfora. La inmensidad del mar es el campo donde desarrollamos nuestra acción, o más bien se trata de las posibilidades que tiene nuestra acción, ya que de toda esa inmensidad nosotros utilizamos para vivir sólo unos cuantos recorridos o «travesías» conocidas que constituyen nuestras rutinas.
¿Y por qué acotamos y limitamos nuestras verdaderas posibilidades de acción?, pues básicamente lo hacemos por la manera en la que tiende a funcionar nuestro cerebro. Te lo voy a explicar de manera sencilla porque no soy neurocientífica y las analogías me parecen un recurso maravilloso para que cualquier persona entienda cosas complejas. Si tuviera que describirte al cerebro como si fuera un chico que te voy a presentar, te diría que es responsable, hogareño, estable, hecho a sus rutinas y poco propenso a asumir riesgos. Si lo que buscas es a alguien aventurero, creativo, al que le gusten los viajes a países exóticos o los deportes de riesgo, el cerebro definitivamente no es tu chico o amigo ideal. Pero ¿por qué es tan sosaina el pobre cerebro? te estarás preguntando, pues la premisa fundamental es la siguiente:
«El cerebro humano no está diseñado para ser creativo, sino para establecer rutinas, usarlas y seguirlas. Ésta es la razón por la que la vida es práctica y posible»
Edward De Bono
La especie humana ha evolucionado gracias a la tendencia del cerebro a crear hábitos, ya que de lo contrario tendríamos que empezar de cero una y otra vez sin aprovechar la experiencia previa que poseemos. Nos levantaríamos y tendríamos que plantearnos, ¿cómo se abrochan los botones de una camisa?, ¿cómo tengo que cepillarme los dientes?, esto definitivamente nos quitaría muchísimo tiempo y nos dejaría exhaustos mentalmente. «Existimos porque el cerebro es un sistema de información autoorganizativo y permite que se formen patrones a partir de la información que le llega» (Edward De Bono). Lo que hacemos cada día es reconocer el patrón correspondiente para ejecutarlo, por ejemplo el patrón «vestirse», conectamos con él y simplemente llevamos a cabo la rutina correspondiente (De Bono, 2011).
¿Cómo se van construyendo y afianzando estos patrones en nuestro cerebro?, te lo explico con otro ejemplo. Cuando tenemos un pensamiento por primera vez este transcurre por un sendero en nuestra mente, es como si intentaras abrirte paso en una zona llena de vegetación que no ha sido transitada antes, la primera vez que pasas por el sendero cuesta, porque tienes que ir abriéndote paso entre la maleza, pero la segunda y la tercera vez ya te costará algo menos, hasta que llegues a un punto en el que se haya formado un sendero amplio y profundo fruto de los recorridos realizados. Con el cerebro ocurre lo mismo, cuanto más repitamos los patrones o mapas de pensamiento, menos resistencia van a encontrar. Lo que nos lleva a que la repetición aumenta la probabilidad de repetición, es decir, cuantas más veces se repita un planteamiento mental, más probable es que se vuelva a producir (Buzan y Buzan, 2017).
¿Por qué esta tendencia a la repetición de ideas?, pues porque el pensamiento ya no presenta resistencia, ya el camino está trazado y esto supone un ahorro de energía para el organismo. Nuestro cerebro pesa tan solo un 2% de nuestra masa corporal, pero sin embargo consume más del 20% de las calorías que ingerimos cada día, debido a esto el cerebro trata de ahorrar el máximo de energía posible en cualquier proceso mental que realiza, cuestión que le lleva a automatizar muchos de los procesos que lleva a cabo cada día (Cajina, 2015). La incorporación de una idea nueva supone tener que volver a desbrozar el camino, algo que implica una inversión en energía que el cerebro prefiere ahorrarse. Lo entiendes mejor ahora, la tendencia del cerebro es tirar del piloto automático y optar por las ideas ya empleadas anteriormente, para así ahorrar energía, algo esencial para nuestra supervivencia como especie.
Y esto no es todo, a esto se le suma entre otras muchas cosas (que no te cuento para no frustrarte) que el cerebro adora lo conocido y lo que le proporciona seguridad, no le gusta el riesgo o lo nuevo porque su principal función es la de preservarnos como especie y si tomas decisiones que implican asumir riesgos y resulta que te mueres le pones un poquito difícil eso de cumplir con su misión, prefiere que estés en tu casa segur@ y calentit@.
Esta manera de funcionar de nuestro cerebro está genial para facilitarnos ciertas tareas que realizamos en nuestro día a día, pero siguiendo este procedimiento no se llega a las grandes ideas, no se llega a ese tipo de soluciones que maravillan y asombran por su carácter inesperado a la vez que útil para responder al problema. A estas soluciones se llega mediante procesos de pensamiento creativo que nos permiten salir de las limitaciones que supone nuestra manera habitual de mirar las cosas, de esta forma podemos acceder a un nuevo nivel de posibilidades en el que surgen otro tipo de soluciones. La creatividad a diferencia del cerebro es amiga de lo nuevo y lo desconocido, consiste fundamentalmente en aventurarse a hacer conexiones mentales nuevas entre elementos aparentemente dispares entre sí pero cuya conjunción da como resultado ideas sorprendentes e innovadoras. En definitiva, la creatividad es el recurso necesario para generar nuevas y mejores soluciones y es algo a lo que tienes que empujar a tu cerebro de manera consciente hasta que logres interiorizar y hacer fluir esta nueva forma de pensar.
Siempre que puedas date permiso para adentrarte en las posibilidades que puede brindarte el pensamiento creativo. Cuando te enfrentes a un problema no te quedes con la primera solución que te viene a la cabeza, intenta hacer una lluvia de ideas con todas las posibilidades que se te ocurran por muy descabelladas que te parezcan, no las juzgues, el juicio seca y mata las semillas de las grandes ideas. Pospón el juicio a una fase posterior en la que hagas una criba de las ideas seleccionando las más prometedoras, pero en un primer momento deja volar tu imaginación, permítete soñar con nuevas posibilidades con las que solventar tu problema y ya después te ocuparás de seleccionar las que consideres más viables. Date el tiempo y no caigas en los procesos de respuesta única que te llevan a las mismas soluciones de siempre con las que obtienes los mismos resultados de siempre. Existen técnicas más profundas que permiten llegar a una mayor riqueza de propuestas, sobre todo más novedosas y diferentes, pero esta que te comento es una buena manera de empezar a entrenarte en el pensamiento creativo.
Espero que el post te haya resultado interesante y que la próxima vez que tengas un problema vayas más allá de la primera solución que tu cerebro traiga a tu mente, seguro que será una oportunidad para trazar nuevos caminos en tu cabeza. Nos leemos en los comentarios si te apetece compartir algo :)))))))))))))))))))))
Referencias bibliográficas:
Buzan, T. y Buzan, B. (2017) El libro de los Mapas Mentales. Cómo utilizar al máximo las capacidades de la mente. Barcelona: URANO
Cajina, G. (2015). Tu mente es extraordinaria. Un viaje de lo posible a lo real. Barcelona, España: Ediciones B.
De Bono, E. (2011). ¡Piensa! Antes de que sea demasiado tarde. Madrid, España: PAIDÓS.
Lamata, R. (2013). La Actitud Creativa. Ejercicios para trabajar en grupo la Creatividad. Madrid, España: Narcea.